EXTRAÑOS EN LA NOCHE
Turbios el aire y el miedo
como diluvio: ciudad de mundo
tras tantos años que en el aire están,
precaria, sin belleza alguna,
como una muchacha que comienza a menstruar
entre sonrisas y cuidadas cortesías
donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;
nadie mira a nadie de frente ,
en los que habitan calcinados la mugre y el dolor
de norte a sur la desconfianza , el recelo
en todos los zaguanes y ascensores, en las camas,
ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse algo,
una lluvia floja…cae
olores blandos que recuerdos parecen
luz opaca como filtrada por sementinas láminas de abasto,
calles son el laberinto que he de andar y desandar . Todos los
arboles y de los habitantes el aire de la frente a los pies. A
patinir de laguna o rio, y tras los cerdos tal vez puede verse
costumbre irremplazable y el viento
que no conocerá la alegría
patios de inquilinato,
patios de decimonónicos con geranios
ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor; estas
unen el cansancio y el tedio de la convivencia pero también
pasos que al final serán mi vida. Grises las paredes,
el sol. La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida;
a lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno, un verde.
MARIA MERCEDES CARRANZA